miércoles, 10 de abril de 2013

Yeshua y el tributo al cesar


Entonces se fueron los fariseos y consultaron cómo sorprenderle en alguna palabra. Y le enviaron los discípulos de ellos con los herodianos, diciendo: «Rabbi, sabemos que eres amante de la verdad, y que enseñas con verdad el camino de Elohim, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres. Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?» Pero Yeshua, conociendo la malicia de ellos, les dijo: «¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo». Y ellos le presentaron un denario. Entonces les dijo: «¿De quién es esta imagen, y la inscripción?» Le dijeron: «De César». Y les dijo:  «Restituíd por lo tanto al César lo que es del César, y dad a Elohim lo que es de Elohim». Oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron. (Mateo 22:15-22)

Este es el pasaje clásico utilizado por los legalistas cristianos para establecer en modo taxativo e indiscutible el dogma del deber cívico del pago de los impuestos, el cual ha sido elevado a la categoría de doctrina y ponerlo en discusión ya no es una cuestión social sino teológica. Aunque podría decirlo con palabras mías, una vez más quisiera citar a Pinhas Lapide porque explica la situación en modo excelente: 

 “Estamos en el corazón de la Jerusalem judaica y en el patio del Templo. Por una parte los orgullosos saduceos, los cuales quieren comprometer al aguerrido predicador itinerante de Nazaret. Por la otra el Nazareno, el cual vé en los saduceos a perspicaces colaboradores de los tiranos paganos Romanos. Ahora, en esta contraposición intra-judaica, se abate como un martillazo una pregunta traicionera: «Rabbi, es lícito o no pagar el tributo al César?» Notar la intención provocatoria! Era de hecho un inapelable deber cívico pagar el tributo a César. El temido impuesto concernía a todos los Judíos y justamente sobre ésto se basaba la explotación económica del país. Es de esta cobranza de los impuestos que se trata en la pregunta-trampa que se le hace a Yeshua en el patio del Templo, en una atmósfera extremamente tensa, que expresa formalmente un deseo de liberación y libertad y casi una invitación a sublevarse. Ahora Yeshua, ¿podía aceptar o avalar una sacrílega sumisión al poder romano? Sacrílega, porque Poncio Pilato había extendido su desprecio per la fé hebraica al punto de hacer cuñar monedas provocatorias, las cuales con la efigie del emperador violaban abiertamente el segundo mandamiento. La pregunta puesta a Yeshua parece no permitir escapatoria. Si Yeshua responde «Sí, es lícito pagar el tributo a César» se declara a los ojos de sus discípulos y simpatizantes como un vil colaborador. Si afirma «No, no es lícito pagar el tributo a César» es considerado un rebelde por los Romanos, tomado en flagrante violación de la ley y es por lo tanto jurídicamente y políticamente muerto. Pero Yeshua pide a su interlocutor de mostrarle una moneda, haciendo claramente ver a todos que él no posee ninguna moneda pagana con la odiada efigie. Y mostrando la moneda, el denario de Tiberio, pregunta: «¿De quién es esta imagen, y la inscripción?». «De César» es la respuesta general. Entonces responde en modo claro e inequívoco: «Restituíd [devolved] por lo tanto a César lo que es de César y dad a Elohim lo que es de Elohim». Aquí tenemos uno de los errores de traducción más graves y ricos de consecuencias negativas de todo el Evangelio. Yeshua no dice «dad», sino «dad de vuelta, restituíd» (en griego apodote), aconsejando en definitiva una rotura no violenta hacia el orden político existente. En otros términos, como según el derecho romano relativo a las monedas, todas aquellas en circulación que tenían la efigie del emperador le pertenecían como su propiedad privada, la respuesta de Yeshua era a primera vista justa y correcta. Pero no era así para los Judíos presentes. Ellos comprendieron claramente lo que Yeshua decía: «Restituíd al emperador su pecaminoso denario y no lo uséis, como yo mismo os lo he demostrado, para que podáis dar a Elohim lo que es de Elohim, es decir el reconocimiento de Su exclusiva soberanía sobre la entera Creación, sin dominación pagana ni culto idolátrico». Los Judíos, que entonces eran oprimidos, comprendieron muy bien − sin el sucesivo error de traducción − el mensaje de Yeshua: un decidido rechazo opuesto a los ocupantes y sus colaboradores. Las palabras que Yeshua pronunció aquél día en Jerusalem para los Romanos eran incuestionables, pero para los Judíos eran una clara invitación a la revuelta. Lamentablemente para los lectores hispanos de la Biblia, éstas siguen siendo traducidas en un modo que se altera el sentido”.
A esta explicación de Pinhas Lapide hay poco que añadir. Sólo que por precisión, las monedas judaicas no tenían alguna imagen, y por lo tanto podían ser usadas para comprar y vender lo que hacía falta para vivir. De hecho, Yeshua no es a caso que pregunta específicamente acerca de la imagen y la inscripción, sino con una razón, y funda su respuesta sobre éste particular − tácitamente, pregunta a su auditorio: ¿la imagen de Quién sois vosotros? Dad por lo tanto a Aquél del cual sois imagen lo que Le pertenece, vosotros mismos, no den importancia a lo que es del Estado (en este caso del emperador).

1 comentario:

  1. Son cuatro los poderes en todo el planeta tierra.
    1)Poder Religioso
    2)Poder Político
    3)Poder Económico
    4)Poder Social
    Y Yeshua lo dijo
    Que después que el se fuera vendría el príncipe de este mundo que ya estaba en acción y que nada tenía que ver con Él

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