Siglos de pensamiento antisemítico han
llevado a que en muchas partes se deje de recordar que Jesucristo vino a este
mundo como judío, que murió como judío, resucitó como judío, regresó al cielo
como judío y volverá como judío.
Para el Apóstol Pablo, que era el apóstol para los gentiles (Ro 11:13; Gá
1:16; 2:2,7), esta verdad tenía mucha importancia, como se ve en su carta a
Timoteo: “Acuérdate de Jesucristo, del linaje de David, resucitado de
los muertos conforme a mi evangelio” (2 Ti 2:8).
La segunda carta a Timoteo es la última carta del apóstol, escrita poco antes de su muerte (2 Ti 4:6). En cierto sentido ese legado, su testamento espiritual. En un testamento se mencionan cosas que son especialmente importantes y que se quieren dejar para la posteridad. Entre otras cosas, para Pablo era importante señalar que Jesucristo provenía del linaje de David, para que ese hecho no cayera en el olvido. Si esto no hubiera tenido importancia para él, habría dicho simplemente: “acuérdate de Jesucristo”, pero él agrega: “del linaje de David”.
La carta se dirige a Timoteo, instituido como maestro espiritual en Éfeso (1 Ti 1:3). Esta era la iglesia sobre la cual el Señor se lamentó más adelante, diciendo: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Ap 2:4).